La película basada en un cuento homónimo popular Checo,
dirijida por Jan Švankmajer and Eva Švankmajerová comienza con una pareja (Los
Horak) que desean tener un hijo, pero son incapaces de concebir uno, la esposa
histérica llora, mientras sostiene la ropa de bebé que ya había preparado,
mientras que el marido lleno de frustración, abre una sandía para encontrar
dentro a un bebé. Los vecinos,
intentando animarlos, los invitan a una cabaña, durante su estadía, arreglan el
jardín y talan algunos arboles, uno de ellos es difícil de podar, su raíz es
difícil de sacar, el señor Horak se esfuerza, puja hasta que obtiene de la
tierra una raíz antropomórfica, a la cual le sonríe, la arregla –recorta y
barniza- para que su forma humana sea más evidente, terminando esto, se la
regala a su mujer para apaciguar su tristeza, para hacerla feliz. Más tarde se arrepentiría de haberlo hecho,
cuando la realidad gire y tenga que calmar el hambre insaciable de la criatura.
Los límites de donde las alucinaciones o sueños
generados por la histeria de los personajes y cuando es la “realidad” son
difusos, para después desvanecerse y dar paso a un mundo aparte en el cual se
desarrolla la historia, un viejo edificio praguense lleno de personajes como de cuento; los vecinos dulces
y curiosos junto su hijita una inquieta y precoz niña deseosa de tener un amigo
con el cual jugar siempre, uno para ella sola.
Durante a película, incluso en las partes más grotescas
se asoma un guiño cómplice de comedia, un absurdo genial envuelve la atmosfera
hasta tornarla surrealista, esto a veces es producido por la tensión de las
escenas, otras, por la animación en stop motion –la cual es fascinante- esta da
vida al pequeño Otik, siendo tierna y
demencial. También por los absurdos comerciales que miran los vecinos por la
noche.
Al mirar la película uno se convierte en un mudo
espectador esperando que la historia y los hechos caigan en su lugar, como si
fuese un tetris delirante con un final presentido y a la vez inesperado.
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